ARRIBA DEL 747-400

COLUMNA ACERTIJOS

JUEVES 19 DE MARZO DE 2015

Gilberto Haaz Diez

*De Raúl del Pozo: Ya lo dicen los célebres, bellísimos versos de Macbeth: “La vida es una sombra que pasa, un mal actor que se agita y pavonea en sus minutos sobre el escenario y que luego desaparece; es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa”. Camelot.

ARRIBA DEL 747-400

El vuelo transcurre en la normalidad. Llegaremos a Holanda en unas seis horas. No sé bien qué parte cruzamos, pero oteo en la ventanilla montañas y más montañas llenas de nieve como los blancos riscos de Dover. No me sorprenden, alguna vez comenté una odisea cuando crucé la Cordillera de los Andes, en un vuelo en LAN Chile de Buenos Aires a Santiago, a ver y conocer el Palacio de la Moneda, donde un septiembre negro, un tiempo de golpismo de milicos criminales las grandes alamedas se cerraron para volver a abrirlas años después y hoy, paradojas de la vida, gobierna el país una mujer cuyo padre le asesinó el golpista Augusto Pinochet, que no era tan augusto, era un verdadero hijo de su madre. Con mi telefonito tomo fotografías de las montañas nevadas. Son copos de nieve. Aquella vez el piloto nos dijo que admiráramos la Cordillera, que iba a haber zangoloteo cuando nos acercábamos a Santiago. Lo hubo, parecía que bailábamos lambada, pero bajo advertencia no hay engaño, advertidos no da miedo, malo es cuando de repente te llega la turbonada, pero pudo más la belleza de esas montañas, como las que ahora veo, aunque no sé por qué sitio voy, por más que espío el mapa. Era aquella Cordillera donde la humanidad supo y se enteró, que un grupo de jugadores uruguayos cayeron y sobrevivieron muchísimos días, comiéndose entre ellos, en una antropofagia que quizá fue enviada por Dios, para que algunos sobrevivieran comiéndose a los otros, que el frio y la nieve y el accidente habían matado, la ley de la vida, sobrevivirán los más fuertes. Una hazaña que el mundo vio asombrado, más cuando se notó que, para sobrevivir, se habían comido unos a otros. Dios en todo su esplendor, viéndoles y ayudándoles. Ahora lo recordé al admirar estas cordilleras heladas y uno que otro rio pintado todo de blanco. Quizá congelado. Más tarde supe que sobrevolamos Moscú, fuera del alcance de los espías rusos y Berlín, donde Mamá Merkel gobierna Europa. Andaba volando alto por la tierra de Putin, y él ni enterado.

EN HOLANDA (AMSTERDAM)

Bajo apenas a tiempo para conectar el otro avión de KLM, uno pequeño que me pondrá en Madrid. Hay jiribilla, el aeropuerto está en reparación. No encontré al pelón Robben, el que nos robó un penalti con la ayuda del árbitro y del burro Rafa Márquez, que le metió el pie conociendo lo teatrero que era. Apenas toco una tienda de suvenirs, unos balones para mis nietos, de la Naranja Mecánica, aquí donde un día ellos le dijeron al mundo que eran lo máximo en su Fútbol Total, que lideró el gran Johan Cruyff. El piloto hace el acercamiento, baja los flaps, hay nubes pero calor. Se ven los legendarios y navegables canales holandeses, bellos, las casas a los lados. Es un reino y tienen  su historia milenaria. Bordeamos Moscú y Berlín y algo del Báltico, y aquí nos tenéis en friega loca para la conexión a Madrid. Estos pilotos de KLM deben ser graduados todos en la NASA. Profesionales, posa el avión gigante como si fuera un papel. Con todo y que uno de sus aviones y otro de PANAM, en tierras españolas, en Tenerife, chocaron en tierra creando la mayor catástrofe en la historia de la aviación, con 583 muertes. Algo que se espera nunca vuelva a ocurrir. Es una línea de primera. Campeones. Las azafatas, a diferencia de las japonesitas, que son menuditas y de ojos rasgados, estas son rubias y de ojos azules, algunas servirían para Hollywood. El Jet Lag me ataranta, los husos horarios me hacen sentir que no sé ni quien soy, como Audirac ahora que se fue. Así. Primero en Japón con 15 horas de diferencia, un día adelantado a México, ahora en Europa con 7 horas. Para volverse loco en tan pocos días. En geografía, huso horario es cada una de las veinticuatro áreas en que se divide la Tierra, siguiendo la misma definición de tiempo cronométrico. Se llaman así porque tienen forma de huso de hilar, y están centrados en meridianos de una longitud que es un múltiplo de 15°. Anteriormente, se usaba el tiempo solar aparente, con lo que la diferencia de hora entre una ciudad y otra era de unos pocos minutos en el caso de que las ciudades comparadas no se encontraran sobre un mismo meridiano. El empleo de los husos horarios corrigió el problema parcialmente, al sincronizar los relojes de una región al mismo tiempo solar medio. Eso es de Wikipedia. Yo nomás lo siento. Ocurre que uno vuela en la mañana y después de 15 horas llegas en la misma mañana. Tu coco se aloca y hasta aquellito se arruga. Aunque claro que el Jet Lag (El Jet Lag, también conocido como descompensación horaria, disritmia circadiana o síndrome de los husos horarios, es un desequilibrio producido entre el reloj interno de una persona (que marca los periodos de sueño y vigilia) y el nuevo horario que se establece al viajar a largas distancias, a través de varias regiones horarias) ataranta también. Dejo rápido el aeropuerto, paso Migración en Ámsterdam, ya en España nada, la Comunidad Europea permite que si usted entra por un país de su Comunidad, ya no pisas otra migración, andas como Pedro por tu casa. Como La Tuta en sus cuevas. Eso hice tan solo al bajar en Madrid. Fui por mi equipaje y al taxi y al Liabeny, la embajada de México en Madrid, un hotel donde llegan muchos paisanos y que aquí me hospedo porque tiene al mejor concierge del mundo, Pedro, que consigue todo. De Ámsterdam, Bruselas, Paris y el norte de España, por Bilbao y llegamos a Madrid chulona mía. Con frio. 9 grados, y un taxista que se hacia el menso, sonso porque me decía que para llegar al hotel no se podía, porque estaba cerrado. Loco que se hacía, lo guié como si anduviera en Orizaba y llegamos. Plaza Sol y la zona del Carmen, donde está el Oso y el Madroño, y tienen el Kilómetro Cero, sitio que mide las ciudades de España en kilómetros, tiene tiempo que es peatonal, como la calle Madero de Orizaba. Le pagué sus 30 euros y le dije que no se quejara. Que así, con ese carácter, no agarraría más chamba, le fue bien al agrio, agarró carrera de regreso. Sano y salvo y a la compra del primer libro, me hice de dos, me atravesé al Corte Inglés, uno de Manuel Vicent, escritor del diario El País, sus columnas y otro que me pareció bueno: “La pequeña comunista que no sonreía nunca”, un homenaje a la gran gimnasta Nadia Comaneci ¿la recuerdan? Aquella niña pequeña que rayó en la perfección. Con puros dieces en una Olimpiada, que hizo que el mundo respetara a su país, Rumania, y a ella la admirara. Debe ser bueno.

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