LA MONTAÑA COBRA VIDAS

COLUMNA RETRATOS

Gilberto Haaz Diez.

 COLUMNA PUBLICADA EN EL SEMANARIO CENTINELA

LA MONTAÑA COBRA VIDAS

 

Unos alpinistas descubrieron un cadáver momificado, en la montaña más alta del país, el llamado Citlaltépetl, conocido entre la raza como El Pico de Orizaba. Donde la nieve y el aire frio y los deshielos surten el agua cristalina a la región, donde una vez de hace muchos años elaboraban la cerveza espumosa ‘con el agua y el clima de Orizaba’, una de las mejores cervezas del mundo, la Sol, por ejemplo, era bebida preferida de albañiles, en los colados se veían lucir cartones completos y las gargantas se alegraban, luego esa cerveza pasó a ser de reyes, y ahora se ve en mesas de los mejores restaurantes del mundo, en esos años la cervecera fue local, Cervecería Moctezuma, con casi 6 mil trabajadores, una barbaridad de empleados que hicieron de esta tierra una tierra de gente de trabajo, de dueños orizabeños, don Emilio Subervielle, al paso del tiempo pasó a manos del empresario Raúl Bailleres, fundador del ITAM, más tarde el Grupo Monterrey se la engulló y al comprarla se asociaron para ser cervecera de indios: Cuauhtémoc-Moctezuma. Una mañana, los holandeses de la Heineken la compraron, a ambas dos (Fox dixit), operación similar a cuando sus paisanos holandeses compraron la isla de Manhattan, en 1626, a 60 florines, el equivalente a unos 24 dólares. Eran abonos chiquitos, como los de Elektra. Los holandeses formaron parte de nuestra vida, en el Mundial pasado un pelón nos hizo la travesura y trampa del siglo, se tiró un clavado como en los mejores tiempos de Joaquín Capilla y aquello resultó un penal, cuando no era penal. El pico es la montaña más alta de México, a 5636 metros sobre el nivel del mar, ha visto pasar conquistas e invasiones, terremotos, desgracias y alegrías, ha visto pasar veranos y primaveras, vio la Conquista española caminar por este rumbo, atisbó cuando los franceses llegaron a Orizaba y treparon al Cerro del Borrego, y también vio la Carroza de Juárez huir rumbo a Veracruz; del otro lado vio las tragedias y alegrías de Puebla, oteó guerras cristeras desde San Andrés Chalchicomula, hoy Ciudad Serdán, una vez vio partir de allí, joven, a quien sería presidente de México y recordado por la Matanza de Tlatelolco. Una mañana de estos días, unos alpinistas descubrieron un cadáver momificado, le tomaron una foto y alguien la subió a las redes sociales. Avisaron a la autoridad municipal y los grupos de alpinistas de esa zona emprendieron el rescate. Al llegar, no solo era uno, fueron dos los alpinistas momificados. Y sospechan que haya otro. Familiares ya los reclaman. Hace 50 años salieron de casa al alpinismo y no volvieron. Francia y España levantan la mano porque aseguran que algunos connacionales allí murieron. Los testimonios periodísticos de hace 50 años revelan la tragedia. Las montañas devoran alpinistas. Los montañistas y escaladores arriesgan la vida siempre que trepan a esas heladas y peligrosas montañas. Los alpinistas cuentan que la vida se ve mejor desde arriba. El poeta Miguel Delibes, dijo en su poesía El Camino: “los hombres se hacen. Las montañas están hechas ya”. Cierta vez, al alpinista más afamado del planeta le preguntaron por qué osaba trepar la montaña arriesgando su vida. Sólo respondió: “¡Porque allí esta!” (Because it’s there). Cuando trepan, nadie quiere bajar derrotado. Hay escaladores que viven y otros que no sobreviven. La montaña cobra vidas, a veces. El camino hacia la cima es, como la marcha hacia uno mismo, una ruta en solitario. Los escaladores murieron quizá como aquellos deportistas uruguayos en la Cordillera de los Andes, en 1972, atrapados sin salida en aludes y peligros de esas montañas y temperaturas mortales. Murieron amando lo suyo, escalar montañas. Ha habido casos similares, en 1924 el escalador británico, George Mallory, desapareció en las nubes altas sobre el Monte Everest y su cuerpo fue encontrado 75 años después. Habrá que darles cristiana sepultura, aunque allí la tenían porque Dios fue testigo de ese esfuerzo al que no llegaron con éxito, seguro les iluminaba todos los días y noches; quizá por eso se encontraron abrazados, en la fraternidad de cara a la muerte, hacerles un rezo al momento de rescatarlos, una plegaria, un Ave María para que, como ellos lo hacen, sigan respetando y retando a la montaña. A esta y a cualquiera, porque las Montañas siguen allí, esperando quién o quiénes osen desafiarlas. Descansen en paz todos ellos. 

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