LOS GRANDES RESTAURANTES

cafe tortoni (1)

COLUMNA RETRATOS

VIERNES 17 DE JULIO DE 2015

Gilberto Haaz Diez

 

PUBLICADO EN EL SEMANARIO CENTINELA

LOS GRANDES RESTAURANTES

 

Suelo comer en mis caminares por los sitios más exquisitos. Muchos son rimbombantes. No pasa nada, igual me meto por unas garnachitas de Rinconada, que por un chocomilk de campeonato de El manantial, en Cardel, donde, además, se comen las mejores enchiladas verdes de pollo. Suelo también en Tierra Blanca, que también es pueblo, llegar a la Bendición, al pie de la carretera federal de la Tinaja, cerca de El amate, donde va uno a probar lo mejor en mariscos y los mejores frijoles refritos del mundo, con tortillas hechas a mano. Igual en el camino pesco lo que Veracruz produce, que son mangos, papayas, melones, pitayas, como cantaba Enrique Guzmán en su rola. Veracruz tiene la mejor cocina del mundo. Para presumir. La Cuenca y los lugares de puertos de pescadores, son lo máximo. Alvarado es uno de ellos, hace nada, el alcalde Tavo Ruiz Barroso envió una dotación de camarones para pelar, de los que anoche durmieron en el mar, y unos buenos robalos, un hombre que, junto a su esposa, Marliz Platas, atienden a los alvaradeños y bien gobiernan ese municipio. Ese sitio donde una vez comí el mejor arroz a la tumbada, en tiempos pasados, cuando el naviero alvaradeño, Oscar Camarero, con mano de obra de allí le construyó al capitán Vital Alsar La Marigalante, nave que fue réplica de aquellas de un hombre llamado Cristóbal Colón, cuando hizo la travesía al Nuevo Mundo. Al pie de ese barco, comimos ese arroz hecho con las manos de una mujer gorda, simpática y con toque de primer mundo en los alimentos. Años después encontré al capitán Vital Alsar en Santander, en la Cantabria, vendía y autografiaba un libro suyo al pie del malecón santanderino, en aquellas fiestas de Los baños de Ola, en el verano, en la zona del Sardinero. Hace nada comí unas mojarras africanas, del meritito Temaxcal, donde habita una presa. Llegó el cocinero y nos las hizo de campeonato. En sus variantes, al mojo de ajo o enchilpayadas o fritas. Ahora que anduve y andé por España, me paré al pie de la carretera a comprar unas galletas de un pueblo que huele a galletas, Aguilar de Campoo. Estas galletas, cuya marca es Gullón, se pueden ya comprar en Cotsco. Rivalizan con nuestras galletas María. Donde puedo meto el diente. Visito también los cafés populares e históricos. En Buenos Aires, Argentina, que ahora lucen un Papa que le va al San Lorenzo de Almagro, un hombre bueno, firme en sus creencias y que, seguramente va a cambiar a esa Iglesia Católica, fui al Café Tortoni de la avenida de Mayo, un café como no hay dos en el mundo, inaugurado en 1885. Allí, al fondo, cuando se va al baño descubres tres figuras de cera, una del gran Jorge Luis Borges, Carlos Gardel y la poetisa Alfonsina Storni, aquella de Alfonsina y el mar (foto). Esos tres tomaban su café en ese Tortoni. Y frente, unos viejos juegan domino, están tan viejos que ni ellos saben el por qué siguen vivos. Cuento parte de ese caminar porque un amigo del Facebook, Rafael Mateu, me dijo debo escribir un libro de mis relatos y de los comederos que he conocido. Fui a uno en París, ese si me dejó con la boca abierta, pero por el precio. Michel Rostang, en la 20 Rue Rennequin del Distrito 75017. Cuando llegó la cuenta, por poco me infarto. Hacia yo como El Piojo cuando sus ratones verdes se acercaban al arco de la poderosa Guatemala. Lo único bueno es que ese día invitó un amigo, Othón González Ruiz, dueño del portal www.elgolfo.info. Un lugar donde los y las (me afoxé) camareras hacen todo con sus manitas francesas, a la vista, vestidos todos de blanco, gorro a la cabeza y los meseros con librea, que se les puede ver atrás de los cristales en su preparación culinaria. Un lugar de 17 mil tenedores, mejor que el Bulli, aunque esa es otra historia. Había que trabajar un mes duro, para pagar esa cuenta.

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