VIERNES 13 EN JAPON (DIA III)

COLUMNA ACERTIJOS

VIERNES 13 DE MARZO DE 2015

Gilberto Haaz Diez

*Del Papa Francesco: Dios nunca nos deja solos. Siempre camina con nosotros. Camelot.

VIERNES 13 EN JAPON (DIA III)

 

Por las horas de diferencia, cuando con ustedes es jueves aquí es viernes 13, fatídico como de película gringa. Sigue el frio. Hace hambre, el guía nos sugiere dónde comer. Hay uno parecido al Corte Inglés (El guía conoce España porque vivió en Madrid dos años, de allí a que hable bien español, conoce también las leperadas españolas: cojonudo, joder, anda que te den por el cu…), dice con singular alegría. El Corte Inglés tiene, por lo regular, en piso especial un comedero extraordinario. Igual en este llamado Takashimaya, hay seis elevadores viejos muy bien conservados, imagínense los del Gran Hotel de México, con puertas de madera chapadas en oro y puerta metálica que se cierra manual, cada elevador tiene una edecán japonesita, con guantes, uniformada y gorrita, se ve que son como El Palacio de Hierro, tienda privilegiada, lo abre y lo cierra y te pone en el piso que desees. Educada, todos te hacen la reverencia al saludar o despedirse. Todos, hasta un agente de tránsito que en vez de darte una mordida te da una reverencia y el ‘arigato’ de despedida, además, la reverencia evita, entre otras cosas, darse la mano y contagiarse de virus o bacterias, y evitar los besitos muy nuestros en los cachetes. Tienen tapabocas una gran parte de gente que deambula por las calles. Kio lo usa, ¿para qué lo traes?, le pregunto inocentemente, es que a mí me molesta mucho el polen que en este tiempo se suelta a volar. Y también por la respiración del frio. Subimos seis pisos, no es de gran altura estos Corte Inglés japoneses, la elevadorista hace la reverencia. Ya siento que los quiero. Íbamos a comer, en España uno llega, ve el alimento que hay tendido y cocido en los depósitos, como en el afamado mercado San Miguel de Madrid -que Rico (el amigo que no es rico) conoce porque un día nos fuimos a comer allí con una copa de vino del que quieras, desde el caro Vega Sicilia hasta el de casa-, escoges la comida y allí mismo la comes. Aquí parecía martimiércoles de verduras de Chedraui, No mammy blue, había más gente que en carnaval jarocho. Optamos por no comer allí, perderíamos mucho tiempo y no he podido aun saborear su comida cruda, pero me traje unas fotos que capté. Lo haré sin duda, la cruda y la sin grasa, ejemplo de que por eso son flacos todos. No veo gordos, aunque veo hamburgueserías como Mc Donalds y los Starbucks café a reventar. Tokyo no se iba a sustraer de la gran invasión americana con sus comidas y sus tiendas, desde las americanas hasta las europeas y las españolas de Amancio Ortega, el dueño de Zara y Bershka, el hombre más rico de España, el Slim de aquella zona, pero que, a diferencia del nuestro, este hizo su fortuna con los trapos, desde los mostradores donde comenzó una carrera exitosa. Me acerqué al mostrador, tienen en tinajas la comida, mostrándola, casi por lo regular toda cruda, un matrimonio atiende. Todos vestidos impecables, con sus mandiles, sus tirantes, los pescados crudos empacados en plástico, casi toda para llevar pues a los lados no hay mesas donde comer.

LOS HOTELES

La gente es educada, la ciudad de Tokyo se parece a Orizaba, en lo limpia. Tiene sus prados llenos de flores, bellos, como los tenía una vez mi cuate, Marco Antonio Córdova Béjar, que un tiempo fue Jardinero del Emperador y del Emirato y que ahora ya no lo es, y quien lo relevó está para llorar, tienen la Alameda muy amolada. El intérprete no le gusta que le digan guía, Kio me dijo que celebraron hace días un aniversario de haber sido bombardeada Japón. Nada que ver con Hiroshima y Nagasaky, que por eso los edificios son prácticamente nuevos, de unos 70 años para acá. Muy limpia la ciudad, la misma gente te ve mal si tiras algo al piso, aunque nadie lo tira. Las jovencitas, alegres en su caminar, encontramos un grupo de ellas en el Templo de Buda, que como en el nuestro santuario de la Virgen de Guadalupe, llegan y le oran al Buda, le hacen su reverencia y, como allá con la Basílica de Guadalupe, tiran la moneda que se oye va a un tobogán y llega a las arcas divinas. Porque el Buda o la Virgen no necesitan dinero, pero los mantenimientos de los templos sí; les quería tirar un peso mexicano pero sé que no les serviría, y aún no traigo yenes en moneda. Frente a una hoguera que huele a incienso, uno llega y el humo, dicen, te sirve de curación, te acercas y humeas tu cuerpo, la ropa se va oliendo a incienso, pero vas purificado, como te purifican nuestros brujos de Catemaco. Es extraordinaria la atención en los hoteles. Este que llegamos es de primera, el Park Hyatt Tokyo. Entras y el bellboy te indica cuál llave si, cuál no, cómo encender desde la tele hasta las luces, aire o calefacción. No he sufrido mucho en los hoteles, una vez si me ocurrió en el hotel Emporio de México, el que está ubicado en Paseo de la Reforma. Hace muchos años me hospedé y cuando quise bañarme no pude. Uno ignora porqué se complican tanto la vida los arquitectos o quienes edifican estas torres hoteleras, cuando la norma mundial es que una llave se abre girando hacia la derecha, no, esta tenía más enroques que cuando Bobby Fischer lo hacía en el ajedrez contra Spassky. En el Emporio llamé a la administración y me enviaron un tipo de dos metros, alto como Toño Tarek, un güero tipo nazi, movió un aparato y le dio dos vueltas y ya, tenía su truco. Aquí no, ahora en lo que escribo estas líneas voy a prender la calefacción, el frio comienza a traspasar las cortinas. Los hoteles lo son todo cuando se anda de viaje. Alguna vez conté que nos hospedamos en uno en Roma. muy pinchón, de tres estrellas al que se le habían caído todas. El Giglio di la Opera. Malo, sucio, sin calefacción, las alfombras estaban más luidas y gastadas que Brito cuando regaña niños chicleros, el tipo italiano carga maletas olía a cueva donde se metía La Tuta, a puro murciélago apestoso. Se aprende cuando se viaja, era verano y había que abrir las ventanas porque el aire acondicionado estaba como el Rey Tojo: Tojodido. Inservible. Otra vez en España, me hospedé en Madrid en uno que está cerca del aeropuerto Barajas, creo se llama Internacional. Soy del Liabeny, pero esa vez un amigo invitó y como a la gorra no hay quien le corra, pues vámonos. Tiene su chiste ese hotel, cada piso lo diseñó un arquitecto: un japonés, un mexicano, francés, inglés, uno de cada nacionalidad. Se ve que algunos de ellos fumaron mota al proyectar, porque el que me tocó, la cabeza de la almohada y la mía daban donde la regadera, y a la hora de bañarse el que dormía junto era salpicado. Se solucionó llamando a la recepción y pidiendo cambio de cuarto, y solicitar el correo del arquitecto para felicitarlo por su mafufada. El baño solo era dividido por un plástico, y el agua llegaba adonde podía. Este japonés Hyatt está muy bien, cómodo, muy nuevo, desde su vista del piso 43, donde me hospedo, la panorámica se ve impresionante, los rascacielos y las autopistas y los centros de negocios a la vista, por el día o por la noche, verle es sentirse como el Birdman de Iñarritu, en las nubes.

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